Queridos lectores,
hoy ya estará disponible en vuestras librerías el último libro de Maureen Johnson, Trece sobres azules. Como se trata de un lanzamiento tan especial y esperado, hemos querido pedirle a la autora que nos dedicara unas palabras en el blog y así hacer partícipes a todos los lectores de la experiencia que ha supuesto escribir el libro. ¿Nos acompañáis?
Empecé a escribir Trece sobres azules en un castillo
escocés a las afueras de Edinburgo. Me llamaron una fría mañana de enero para
decirme que había ganado una beca para escritores: tenía que marcharme casi de
inmediato para pasar un mes en ese castillo. Resulta que hubo un cierto retraso
a la hora de avisar a los ganadores de la beca, así que solo tuve cinco días
para preparar el viaje. (Parte de ese viaje a Londres y a Escocia está
reflejada en el libro.)
Yo soy estadounidense, y
Escocia me queda muy lejos de casa. Y este castillo era muy remoto. En todo el
castillo solo había cinco personas, y cuando llegué no conocía a ninguna. Nos
pasábamos el día escribiendo, por separado y en silencio. Las reglas de la beca
prohibían la televisión e Internet, y yo tampoco había traído un teléfono móvil
(esto fue en 2004, cuando tener un móvil que funcionara en el extranjero era
complicadísimo). Así que me encontré completamente aislada en un lugar extraño
y desconocido rodeada de extraños. Yo, a solas con mi libro. Durante cuatro
semanas.
Al principio me volví un
poco loca. No soportaba el silencio, la falta de comunicación, que se hiciera
de noche a las tres de la tarde. Para distraerme, empecé a pasear, sola, por
los terrenos del castillo. Otro de los habitantes del castillo también parecía
algo desquiciado, porque solía desaparecer a diario en el bosque con un hacha.
(El último día descubrimos que estaba despejando un camino en el que había
caído un árbol muerto, pero podéis imaginaros todo lo que se nos pasó por la
cabeza.)
Así nació Trece sobres azules: de esa sensación de
encontrarse al margen del tiempo y la realidad en un lugar increíble pero muy
extraño. En mi estancia en ese sitio, me quedé encerrada sin querer en una
mazmorra de mil años de antigüedad, y me perdí por el bosque una noche. Empecé
a escribir para no perder la cabeza, y el resultado fue una historia de 80
páginas a un solo espacio titulada The
Badger Diaries. Partes de la historia estaban inspiradas en cosas reales:
Mari Adams, por ejemplo, está basada en la artista Vali Myers, sobre quien leí
un artículo en una revista que había en la biblioteca del castillo.
Aunque al principio se me
hacía muy raro, acabé dándome cuenta que aburrirse muchísimo era algo bueno.
Hizo que empezara a pensar, a escribir, a crear. Al regresar a casa con el
principio de mi novela bajo el brazo, me pasé semanas tumbada encima de un mapa
inmenso de Europa (de verdad, mide más de dos metros). Dibujaba recorridos y
anotaba lo que podría pasar en cada ciudad. El libro cambió muchísimo a medida
que trabajaba en él. Las cartas llevaron a una conclusión completamente
distinta. Transcurrido algún tiempo, empecé a sentir que yo estaba realizando
el mismo viaje que Ginny, y que algún día descubriría lo que había en el sobre
número trece. Hasta que un día, mientras trabajaba en la segunda versión del
manuscrito, si no recuerdo mal, me vino a la cabeza. Si comparo las diferentes
versiones que escribí, es sorprendente lo muchísimo que cambió la novela con el
paso del tiempo.
Todo esto es lo que dio vida
a la historia de Ginny. ¡Espero que os guste!
Maureen Johnson
¡Feliz semana!
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